Troncos secos…

Veo desde el cristal unos trocos secos,

antes eran invisibles, pero hoy,  a pesar de los nublos,

rebrotan con  hojas rojas, naranjas,

mi mirada se fija en ellos.

Hay belleza en lo más insignificante.

En el horizonte, una gran gama de grises,

da paso a los azules y casi blancos de las nubes.

Un ligero sol empieza a abrir,

potenciando los verdes y amarillos del suelo…

Mi casa grande…

La guerra invisible había pasado,

nos mirabamos de frente,

reconocíamos el amor en cada rincón,

nos abríamos a los demás, y vencíamos los miedos…

La fuerza del sol, iluminó nuestro semblante,

el poder de la tierra alimentó nuestros cuerpos,

las abejas nos dieron su miel.

Mi casa grande llena de calles, parques y confetis,

se llenó de multiples colores…

Eramos uno!

Los pies…

Los pies corrían por las calles,

nuestras familias agarradas de las manos,

se abrazaban, comían, reían juntas.

Caras de mil colores, mil lenguas se escuchaban.

Sin importar las aparentes diferencias,

un corazón enorme nos unía!

a

De pie…

De pie en la ventana,

mi vista baja a la acera,

dos naranjos llenos de naranjas y flores de azahar, dan color y olor al espacio.

Recorro la calle vacía,

mi mirada sigue el movimiento y canto de los pájaros,

que de arbol en arbol saltan sin parar.

Vuelan solos, pero en el suelo, parecen comunicarse.

Una mancha amarilla cubre parte del suelo.

jamargos y diminutas margaritas se abren en el parque.

Un perro corre, una mujer con mochila le sigue,

los pájaros continúan su juego,

mis ojos pegados a la ventana, sienten calma,

elevo la respiración, con la expiración, me siento en el borde de la cama…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

V

 

 

Desde mi ventana…

Desde mi ventana, miro el verde de un parque sin bancos,

los pájaros asoman sus cabezas y saltan de un olivo a otro.

Las bandadas suben y bajan al suelo, algun paseador de perros fuma.

Dos palomas se acercan, los vencejos huyen, algunos se esconden entre las hojas.

Giro la cabeza hacia dentro, una cama deshecha, el edredon cuelga al suelo.

En la radio de la mesita de noche, una entrevista sobre el papel de la unión europea,

en la crisis del «Covid19″.

Yo pierdo el horizonte.

Pájaros y palomas planean en el aire.

Qué puedo hacer?… una pequeña empresa, dos empleadas…

el gobierno no sabe que existimos, invisibles autonomos al servicio de la salud.

Trabajamos cara a cara con nuestros pacientes.

No hay metro de distancia…»Somos DENTISTAS»

Defensa!

Ahí estaba yo, defendiendo lo indefendible.

Pidiendo clemencia para él.

Con las rodillas clavadas al suelo,

en mis noches de desvelos.

Las cuentas del rosario,

resistiendo los callos de mis dedos.

Mi voz y mi llanto, cubriendo el miedo,

el chal de mis hombros, tapando mis heridas,

las gafas de sol, disimulando moretones…

y yo, seguía frente al juez…

¡defendiendo lo indefendible!